Ya se sabe que cuánta mayor es la expectativa sobre algo, mayor puede ser la caída, y es lo que me pasó a mí con las piscinas «naturales» de Cala Egos.

Llevaba mucho tiempo queriendo ir, pero no conocía a nadie que personalmente hubiera estado y como en internet había leído que el acceso era complicado y poco indicado para niños pues lo iba posponiendo. Pero justo mi querida Teresa de Una Arjonera en Mallorca (un blog 100% recomendable), colgó un post antes de que se terminaran mis vacaciones, “ni caído del cielo” pensé! Así que allí fuimos en mi último día de las vacaciones.

En este post de Una Arjonera en Mallorca encontrareis la información para llegar, si aún tenéis ganas pese a lo que vais a leer a continuación. No tenía pensado escribir este post, pero entre que mi indignación iba en aumento, y mis seguidores de Instagram me apoyaron en la decisión, aquí estoy, denunciando públicamente su estado.

cala egos copia

El acceso es relativamente fácil con niños, solo hay que prestarles un poquito de atención. A medida que nos acercábamos a las piscinas más entusiasmada estaba yo de poder por fin conocerlas. Pero a unos metros de las piscinas, ese paisaje idílico que se vislumbraba desde arriba pasaba a convertirse en el vertedero de colillas de la zona. Asco, decepción, tristeza, malestar,… todos estos sentimientos nos inundaron a Toni y a mí de golpe. Ninguno de los dos fuma, ni lo ha hecho nunca, es más, ni tan siquiera hemos tomado una calada en nuestra adolescencia, por lo que quizá nuestro asco vaya más allá que para el resto de personas. Pero aun así, creo que incluso a los fumadores tiene que dar repelús.

Las hamacas que hay en la piscina también dan verdadera penita, sinceramente, para no cuidarlas o renovarlas y que «estropeen» el paisaje, ¿por qué no dejar el espacio natural sin «comodidades» innecesarias?.

Pero ahí no queda todo, también el olor, pffff….. nos dejó tan mal cuerpo que ese olor nos acompañó el resto del día. ¿Recordáis el antiguo aeropuerto de Palma? No se vosotros, pero si hay un olor al que yo lo asocie, es a tabaco. ¡Como olía ese aeropuerto. Pues ese mismo olor es que me llegó en las piscinas, aun siendo un espacio abierto!!!.

Llamarme exagerada, pero el asco nos ganó la batalla. Un entorno precioso con una piscina natural rodeada de rocas y a unos metros del mar, la brisa marina suavizando el elevado calor estival de agosto y las malditas colillas apoderándose del paisaje. Evidentemente no estuvimos más de media hora. Fue Toni quién me dijo “Patri, yo no soporto estar más aquí, vamos a comer a la playa” sentí un profundo alivio, porque estaba pensando lo mismo, pero como a los niños les habíamos prometido piscina, y los pobres de playa estaban más que saturados nos fuimos a la piscina de casa de mis padres.

¿Cómo podemos llegar a ser tan “cerdos”? ¿Tanto costará poner las colillas en una latita de refresco?– perdonarme la vulgaridad, pero no encuentro otro calificativo.