Hace un añito gané un segundo premio en un concurso de Instagram. No suelo participar nunca en concursos, sobre todo cuando son aleatorios, pero no era el caso. Elegía un jurado y yo tenía material bueno para participar.

El premio era una de estas cajas experienciales en familia, un fin de semana de 2 noches en cualquiera de los hoteles que te proponían. Por supuesto, había mil alternativas de destinos y de alojamiento, pero ninguno en Mallorca 😦

Lo dejé pasar…. hasta estas Navidades que nos surgió la oportunidad.

Y es que lo que yo no sabía es que el verano pasado Trasmediterranea por fin sacó su barco nocturno hacia Barcelona!! Por fin!!!… Es decir, la ida a la península ya no te hace perder un día entero embarcando a las 12 de la mañana y llegando a las 7 de la tarde. No. Ahora puedes viajar de noche como haces a la vuelta.

Estas Navidades, entre fiesta y fiesta decidimos usar nuestro premio. Y tras mirar todas las opciones, me enamoré de un hotelito rural de montaña, Casa Rafeleta, y así fue como elegimos nuestro destino: Plan en Huesca.

Mientras conducíamos de Barcelona a Huesca, la increíble comunidad de Instagram me ayudó a decidir los pueblitos a visitar en la comarca de Sobrarbe, que era hacía donde nos dirígiamos. Al ser un viaje improvisado no me había preparado nada.

Aínsa

Considerado uno de los pueblos más bonitos España. Su Casco Antiguo fue declarado Conjunto Histórico Artístico.

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Visitar Ainsa es como retroceder en el tiempo y embarcarte en un paseo por el mundo medieval.

En la salida de la muralla hay actualmente una exposición muy entretenida e interesante de los artilugios de lucha que se utilizaron durante las batallas de las tropas cristianas contra el ejército musulmán.

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Alquézar

Otro de los pueblos con más encanto digno de ser visitado. Situado en la ladera de la montaña, callejear por sus calles empinadas y empedradas tiene un encanto especial. Y desde una de sus cafeterías más populares e intimas podrás además probar los dulces típicos de la zona mientras disfrutas del paisaje.

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Plan

Este pequeño pueblito del valle de Gistau de menos de 300 habitantes es donde estuvimos alojados. Este tipo de pueblecitos tienen mucha más popularidad durante primavera, que es cuando se puede disfrutar de toda su oferta de aventura, pero a decir verdad, a nosotros, poco acostumbrados a la nieve, el pueblito en invierno nos pareció de lo más entrañable y acogedor. Además con un trineo prestado, los niños tenían diversión más que asegurada.

Y es que el dueño del Casa Rafaleta nos prestó su trineo propio para nuestro disfrute durante toda nuestra estancia. Os imagináis la cara de emoción de los niños.

Durante esos días, nuestra intención era hacer senderismo, por lo que ya nos fuimos con la equipación necesaria. Y Antonio, como así se llamaba el dueño, nos recomendó un par de opciones.

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Ruta PR37, de Plan a Gistaín:

De Plan a Gistaín es un paseo de 2 km y 300 metros de desnivel, que aproximadamente se tardan 40 minutos. Para nosotros supuso la excursión del día!!! Pero es que cuando tu único plan es disfrutar del entorno, sin prisas y sin horarios, qué más da lo que se tarde. Nosotros tardamos más de hora y media en llegar a Gistain, que es el pueblo que se sitúa por encima de Plan.

Durante nuestro recorrido nos tiramos en trineo, jugamos con la nieve, hicimos guerras, carreras, fotos, muuuuchas fotos, videos, etc… Fue uno de esos días que te dejas llevar. No sabíamos dónde comeríamos, ni tan siquiera si comeríamos! En un pueblo como el de Gistain, cuya población se reduce a menos de 100 personas no confiábamos mucho en encontrar un restaurante, y menos abierto. Pero justo por ese motivo nos aseguramos de hacer un desayuno más que completo.

Una vez arriba, y callejeando por sus calles empinadas encontramos el único restaurante del pueblo, y bingo! Estaba abierto!. Estábamos prácticamente solos, acompañados tan solo de una pareja también perdida por esos lares y por el dueño, quien se encargó de amenizarnos la comida con sus anécdotas y preocupaciones por la extinción del pueblo, y es que en Gistain actualmente solo residen 3 niños, que van a la escuela de Plan puesto que cerraron la que había.

Os daré el nombre del restaurante por si, casualidades de la vida alguna vez os dejais caer por ahí. Y es que ni os imagináis lo bien que comimos en Casa Petris. Y como anécdota os diré lo cercanos que son que nos fuimos sin pagar y se fiaron!. Y es que no tenían para pagar con tarjeta porque no había wifi y por supuesto en el pueblo no había cajero. Por la noche, ya una vez en nuestro pueblo, cogimos el coche y nos acercamos a pagarles.

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La Presa de Plan

El puente que cruza la presa de Plan es el orgullo del pueblo. Decidimos que ese sería nuestra siguiente ruta. Y sí, en esta ocasión debo dar la razón a los locales que segurametne en primavera-verano se pueda apreciar más su belleza, ya que la nieve cubría toda la vegetación que lo rodeaba.

Pero eso, lejos de desmotivarnos, nos animó a hacer nuestro segundo gran muñeco de nieve de la historia. Y es que nuestros muñecos nos llevan su trabajo. Y ahí, en el puente de la presa de Plan, Bedric – como Alex le bautizó – se quedó para dejar constancia de nuestro paso por Huesca.

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El sendero de las ermitas de Tella

Si los pueblecitos que visitamos eran pequeños, ni os cuento el de Tella. Ahí si que no encontramos ni un bar ni nada.

Lo cierto es que llegamos a este pueblecito de motaña guiados por la recomendación de recorrer el Sendero de las Ermitas.

No teníamos mucho tiempo porque debíamos volver esa misma tarde a Barcelona, pero amaneció un día muy soleado y queríamos aprovecharlo. Nos dio tiempo a visitar por lo menos la primera ermita.

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