Para muchos que me conocen, nuestro viaje de concienciación familiar (del que os hablé aquí) les ha venido de sorpresa ya que nunca antes había hablado del tema. Y aquellos que no me conocéis, podéis pensar que un día me levanté de la cama y decidí que esa era nuestra próxima aventura.

Nada más lejos de la realidad. Es un viaje pensado, meditado, y que llevaba rondando en mi cabeza desde hacía años. Solo que no tenía claro en qué se iba a materializar, ni dónde, ni cómo ni cuándo.

Este viaje no es un objetivo ni una meta en sí, es el comienzo de un largo camino.

Se trata de concienciarnos para luego poder dar más de nosotros mismos.

Pero para llegar a este punto de partida, al inicio de este viaje, ha habido un trabajo previo. El calentamiento antes del entreno para una carrera de fondo.

En este camino los niños han tenido y tienen un papel crucial. Son protagonistas pasivos de nuestras decisiones.

Una amiga mía, quien ha vivido un poco más de cerca conmigo este proceso a lo largo de los años, me sugirió que compartiera ese trabajo previo. Sinceramente no lo tenía claro.  Pero luego oí hablar del efecto «contagio positivo». Y de la misma manera que determinadas personas me influyen para mejorar mi estilo de vida, quizá esto pueda servir de motivación a otras.

Quiero reflexionar sobre dos temas importantes: La cultura del exceso y del individualismo. Pero para no eternizarlo lo dividiré en dos post, hablando hoy de uno y mañana de otro:

La cultura del exceso

Consumimos mucho de todo.

Un exceso de ropa, juguetes y cosas materiales.

¿Sabéis que el español gasta una media de casi 500€ al año en ropa? Y si hablamos de comunidades autónomas, Baleares encabeza la lista en gasto por hogar ascendiendo a +2.500€!!! (fuente). El fast food, la fast fashion con colecciones limitadas o colecciones cápsulas… el termino «fast» invade nuestras vidas. Vivimos en lo instantaneo, en lo inmediato. Lo duradero ha dejado de ser importante.

Pero el minimalisto, que empezó como una corriente artística, por fin empieza a adoptarse como estilo de vida. Y autores como Nagisa Tatsumi, Marie Kondo o Fumio Sasaki nos están ayudando a ser conscientes de este consumo masivo de cosas y ropa.

Yo antes era una gran consumista, compraba de todo x3. Ahora en cambio todo me parece excesivo, innecesario, apenas compro de nada, y cuando lo hago, lo medito cientos de veces.

¿Pero, y con lo que ya tengo? Resulta que llevo siendo una M.K. desde hace años. Hago limpieza de armarios, despensa, trastero, ropa, juguetes o libros 2 ó 3 veces al año. Antes lo donaba y/o vendía, ahora también he empezado a regalar a mis amigas esas prendas bonitas que me costaba deshacerme pero que realmente no usaba.

Pero no se trata de deshacerte para hacer hueco a lo nuevo, a lo sostenible o a lo ecológico. Se trata de deshacerte para vivir con lo importante, lo necesario o como dice Nuria Pérez en uno de sus podcasts, con lo que te identifica.

Hay quien en el trabajo me ve a veces con un taper de plástico y se sorprende por mi lucha antiplástico. Yo necesito ese tapper, y tirarlo para comprarme uno nuevo de cristal no es de lo que se trata. Y por mucho que no me guste usar plástico, lo tiraré cuando no lo necesite o se rompa. Larga vida a las cosas que ya tenemos.

Lía y Alex se han acostumbrado muchísimo a hacer limpieza de sus juguetes. Los juguetes se revisan una vez antes del verano y otra antes de Navidades. Y no sabéis lo generosos que se vuelven cuando saben que otros niños disfrutarán de lo que ellos tienen.

Irremediablemente en el caso de los niños, por mucho que hagamos limpieza, siguen entrando cosas. Por eso, antes de un cumpleaños o Reyes, les hago reflexionar mucho sobre si  necesitan o usarán lo que están pidiendo. Al principio la respuesta siempre es «sí lo necesito, sí lo quiero y sí lo usaré». Pero poco a poco aprenden. De cada vez más los regalos «experienciales» están desbancando a los regalos materiales y la cantidad de juguetes que entran en casa se ha reducido tremendamente gracias a este ejercicio.

Un exceso de comida. 

Compramos y comemos sin respeto por la naturaleza o por nuestro cuerpo.

No sabéis la de veces que he oído cómo la gente justifica o defiende los transgénicos o la producción masiva, alegando que lo ecológico no puede abastecer toda la demanda. Y es muy cierto, pero es igual de cierto que la demanda está descontrolada.

Consumimos un exceso de procesados, de precocinados, de carne, de azúcares,… Y eso no solo tiene un impacto en nuestra salud sino también en nuestro planeta. En su día ya hablé de este tema si queréis releerlo: Volvamos a nuestra dieta mediterránea.

Os animo a revisar vuestra despensa y nevera. Recuerdo cuando podías ir de compras a mi nevera, había de todo y me faltaba espacio. Hoy podría vivir con la mitad de mi nevera y despensa.

Pero también hay otro indicativo del tipo de consumo de un hogar, y es la cantidad de residuos que genera. Hablando claro, lo que tiramos en la basura.

Mis amigos se sorprenden cuando vienen a casa y no encuentran el cubo de reciclaje del plástico. Y es que no. Yo no reciclo el plástico, directamente intento no consumirlo. Los procesados vienen envasados, en plástico en su gran mayoría; los alimentos de mercado, los que nos da la tierra, no.

Por supuesto ser conscientes de nuestro consumo pasa por cocinar e ir más veces a la compra, y eso con nuestro estilo de vida ha pasado a convertirse en un «imposible». De ahí que sea necesario un replanteamiento en las prioridades.

Mil veces he escuchado la frase «no se de donde sacas tiempo para cocinar, yo es que no tengo tiempo». Y es que el tiempo no es algo que se tenga, el tiempo se busca en función de tus prioridades. Y creo que nuestra salud y la del planeta debería empezar a tener una posición destacada en el ranking.

Un exceso de tecnología visual.

¿Cuántas pantallas hay en cada casa? Ipads, televisiones, ordenadores, nintendos, smartphones, … Ni hablamos ni no nos miramos tanto como antes.

En muchas cocinas hay una televisión. Ya no se habla en la mesa, se ve la tele. Y no me vale la excusa de que así los niños comen mejor.

En muchas habitaciones hay una televisión. «Así no hay peleas sobre qué pelicula ver». Pero qué bonito es hablar y llegar a un acuerdo. Hoy elijes tú, mañana yo.

Muchos niños ya no quedan para jugar. Juegan online.

Con las redes sociales yo tuve que replantearme las cosas, tuve que re-aprender. Me centré tanto en restringir los dispositivos electrónicos en casa y con los niños, que me olvidé de aplicarme el cuento y me enganché a ellas. Pero afortunadamente y tras varios toques de atención de Lía, me di cuenta de mi error y aprendí a convivir con las redes sociales de una manera no intrusiva y respetuosa con mi vida pero sin dejarlas de lado.

Con respecto a los niños, quise mantenerles el máximo tiempo alejados de la tecnología. Alex desde muy pequeñito mostró cierta obsesión y me alarmé. En cierta manera, ese interés prematuro de Alex me hizo tomar conciencia de lo que podía suceder si no gestionaba bien el tema.

Y una de las cosas que más nos ha ayudado a calmar sus ansias es conectarle con la naturaleza. Y con el blog habeis sido testigos durante todo este tiempo:

Desde el fracaso nuestra primera excursión hará ya 6 años cuando él tenía 2 añitos, donde se pasó la mayor parte del tiempo apoyado en un árbol con el móvil de papá (momento en el que saltó la alarma), a sus útlimas dos cimas culminadas.

En esa primera excursión decidimos: 1) hacer excursiones más a menudo 2) de dejar el móvil en casa.

Veo niños que pasan más de 10 horas semanales jugando con las maquinitas.

Alex bien podría haber sido uno de esos niños si no le hubieramos limitado como lo hemos hecho a sólo 1 hora semanal. Me gusta pensar que ese tiempo en casa lo ha disfrutado de una manera más sana jugando con su hermana, leyendo, tocando la guitarra o chutando el balón (pese a las 2 lámparas que me ha roto O:O).

Pero ya no se trata del tiempo que pasan enganchados, sino de la influencia que tiene sobre ellos. Y lamentablemente, los juegos más agresivos, bélicos o inapropiados son los más populares. Juegos que evidentemente están prohibidísimos en casa.

….

Mañana volveré con la segunda parte de este post, pero os invito a compartir vuestras reflexiones, fomentemos el contagio positivo.