Siguiendo con el post de la semana pasada (aquí) en el que hablé de todas aquellas iniciativas que estamos trabajando en casa para desviarnos de la cultura del exceso, hoy quería hablar del segundo tema, el individualismo.

El otro día leí una gran verdad:

«Estar tan centrados en nosotros mismos incrementa las necesidades propias y desatiende las del prójimo».

Hace unos meses hubiera alegado con rotundidad que vivimos centrados en nosotros mismos. Pero desde que empecé a organizar mi viaje hará ya 8 meses, y el evento solidario del que pronto os hablaré, tengo que decir que hay mucha solidaridad alrededor nuestro. Sólo que no es visible a simple vista. Aunque por supuesto todos podemos hacer más, mucho más.

Sobre la solidaridad y la empatía ya hablé un poquito cuando os conté nuestro viaje de concienciación. No todos tenemos la suerte de destacar en empatía, pero sí podemos trabajarlo. Y podemos canalizarla en favor de causas humanitarias, animales o incluso ambientales, ya que al fin y al cabo esta última nos afecta a todos.

De nuevo nuestro día a día nos absorbe, y si ya nos cuesta encontrar un ratito para nosotros mismos, más nos costará para realizar acciones solidarias. Por eso la frase del principio debemos tenerla presente.

No hablo de una dedicación plena. En algunas asociaciones que he participado hay voluntarios dedicados a ello al 100%. Por supuesto no es de lo que se trata porque hablaríamos de un imposible.

Hablo de un compromiso con nosotros mismos para dedicar una parte pequeña de nuestro tiempo en algo que tenga un impacto positivo. Ya sea un día al mes, al trimestre, o incluso cada medio año. Pero un compromiso regular a largo plazo.

Tampoco creo que haga falta que sea siempre la misma labor. Puede afectarte una determinada causa o sentirte abrumado con otra, y es totalmente loable. Participa en varias hasta encontrar aquella en la que realmente sientes que puedes aportar.

En mi caso, en los últimos años he buscado actividades que poder compartir con mis hijos, de esta manera me resulta más fácil comprometerme ya que algo en lo que ellos no puedan participar reduciría considerablemente el tiempo que pudiera dedicar. Evidentemente hay veces que la actividad no es apta para niños, pero existen muchas otras que sí lo son y que además les encantan: pasear a perritos que viven en perreras, participar en la operación kilo, acompañar a personas mayores o discapacitados a pasear o al cine, ayudar en comedores sociales, etc.

Tras participar en todas ellas, voy aprendiendo hacia donde dirigir el poquito tiempo que podemos dedicar y cuáles son las causas que puedo conseguir mayor compromiso por mi parte y la de los niños.

Además enseñas a tus hijos que, la realidad que ellos viven, desgraciadamente no es la que a todos les ha tocado vivir, y que, aun siendo todavía pequeños,  pueden aportar mucho.

Os contaré una anécdota:

Estas Navidades me llevé a los niños a repartir comida entre los beneficiarios de Mallorca Sense Fam. Es un almacén donde se guarda todo lo que se recoge los días previos en la Operación Kilo, y allí los beneficiarios hacen cola para entrar uno a uno y recibir su paquete de comida. Antes de salir de casa, Alex me hizo una pregunta que dejaba claro su desconocimiento de esa realidad. «Mamá, ¿nos vamos al aeropuerto?» «No cariño, vamos en coche, está cerquita» «pero mamá, si en Palma no hay pobres». Y esto me lo dice un niño que ha participado conmigo en la operación kilo varias veces, pero en ninguna de ellas se había planteado que esa comida que recogíamos era para gente que vivía cerquita suyo.

El respeto por los demás. 

He perdido la cuenta de las charlas que tenemos en casa sobre esto. Me preocupa en exceso. Y nuestro discurso no se centra solo en que respeten a los demás y sus opiniones, que se respeten a sí mismos o que sepan qué hacer si lo sufren.

Nuestro discurso también incluye que sean intolerantes con el tema, que alcen su voz para proteger a los que no pueden.

Sí, hablo del bullying, pero también hablo de situaciones más cotidianas que suceden cada día en los colegios. Todos queremos que nuestros hijos sean empáticos, y seguramente lo son, pero hay que trabajarlo para que no tengan miedo ni vergüenza a que lo demuestren. 

Y ahora habla una madre orgullosa que supo, por otra madre, que mi hija defendió a una niña cuando otros se metían con ella por repetidora. Mi niña, la niña tímida que se escondía en mis faldas. La de veces que le he aplaudido que hiciera eso que ni ella misma me contó.

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Hay otros muchos temas en los que estamos trabajando desde hace un tiempo con los niños, y otros tanto en los que tengo que ponerme las pilas, pero entonces este post se haría eterno.

Mi mensaje es que hay mucho que podemos y debemos hacer para trabajar por un futuro mejor, y asentar las bases con los niños, no esperar a que sean más mayores, más responsables, más autónomos o más independientes.

Y por todo ello, y como persona impaciente que soy, he decido atajar el camino y acelerar la curva de concienciación con nuestro viaje a África.

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Felicidades si has llegado hasta aquí, porque creo que entre ayer y hoy he escrito el post más largo del blog!!!